Interesante entrevista a Alfonso de Portago Naturalmente, dados sus orígenes y su afición a los deportes de alto riesgo, Portago era acusado constantemente de no tener miedo a nada, de desear la muerte, y cosas así.
Hablamos de ello en profundidad la última vez que ví a Portago. Nos sentamos en mi habitación en el Kenilworth, en Sebring. Portago había sido muy puntual, y había pedido disculpas por no poder mantener su promesa de que no habría interrupciones, estaba esperando un llamada de Caracas, y me había preguntado si podía decirle al operador que la pasara a mi habitación. Yo quería grabar la entrevista, y le pregunté si pondría objeciones a una grabadora Minifon. Me dijo que no habría problema, y me habló sobre una entrevista grabada que estaba realizando para Riverside Records, especializados en material de sports-car.
Hablamos de cosas sin importancia durante media hora, y luego encendí la grabadora. Le mencioné un artículo de un diario que había dicho algo acerca de que él "vivía en el miedo".
"Un montón de tonterías -respondió Portago- a menudo estoy asustado. Puedo asustarme al cruzar la calle con tráfico intenso. Y sé que soy un cobarde moral: No puedo entrar en una tienda, mirar e irme sin comprar nada.
En cuanto a disfrutar del miedo, no creo que nadie disfrute del miedo, al menos según mi definición, que es una conciencia mental de peligro hacia tu cuerpo. Sí puedes disfrutar del coraje -la realización de un acto que te asusta- pero no del miedo.
Recuerdo que la primera vez que me subí a un coche de carreras me asusté. Era la Mexican Road Race, en 1953. He montado a caballo en competiciones durante mucho tiempo, al menos dos veces por semana durante dos años, pero tuve que dejarlo porque gané un peso que ya no pude perder. No lo conseguí por mucho que lo intentara, y intenté muchas cosas: Pesarme con botas y silla de montar hechas de papel-maché, decoradas para que pareciesen de verdad y que no pesaban nada, o escondiendo una pesa de 5 libras en la balanza, con lo cual subía el peso mínimo exigido para todos los jinetes!
Conocía a Harry Schell y Luigi Chinetti en el Paris Auto Show en 1953, y Chinetti me preguntó si quería ser su copiloto en la carrera Pabamericana. Todo lo que quería de mí, por supuesto, era usarme como lastre. No piloté ni un metro, ni siquiera del garaje a la línea de salida. Tan sólo me senté en el coche, blanco de miedo, agarrándome a algo que me pareció lo suficientemente fuerte. Sabía que Chinetti era un muy buen corredor, especialista en carreras largas, conocido por ser conservador y cuidadoso. Pero l primera vez que te sientas en un coche de carreras, no puedes distinguir si el piloto es conservador o un salvaje, y no entendía como Chinetti podía arreglárselas ni con la mitad de las cosas que hacía.
Rompimos el segundo día de carrera, pero yo ya había decidido que esto es lo que quería hacer más que ninguna otra cosa, así que me compré un Ferrari 3 litros.
Fuí afortunado, desde luego, por poder comprarme mi propio coche. Pienso que me hubiese costado 5 o 6 años más llegar al equipo Ferrari si hubiese tenido que buscar un sponsor y todo eso. Tuve suerte de tener el dinero suficiente para comprar mi propio coche, aunque no soy inmensamente rico. En esos años estaba permanentemente endeudado." (Portago ganada quizás unos 40000 dólares al año como piloto, tenía varias inversiones, pero era su madre la que controlaba la fortuna familiar, que era de origen americano y se estimaba muy importante).
Harry Schell y Portago llevaron el 3 litros a Argentina para la carrera de sports-car de 1000 km.
"Harry temía que yo me cargara el coche a menos que me enseñara a cambiar de marchas, así que cuando tras 70 vueltas él estaba ya cansado y era mi turno, tras 3 vueltas había perdido tanto tiempo que pasamos de ir segundos a quintos. Veía a Harry en medio de la pista agitando una bandera frenéticamente para que me parara y él siguiera conduciendo. Así acabamos segundos en la general y primeros de nuestra clase.
No aprendí a cambiar marchas adecudamente hasta que el jefe de mecánicos de Maserati me llevó con él y pasó una tarde enseñándome."
Schell y Portago corrieron con el 3 litros en Sebring en 1954. El eje trasero rompió tras dos horas. Portago vendió el coche y compró un Maserati 2 litros, aprendida la lección del cambio de marchas, corrió con él en Le Mans 1954, compartiendo volante con Tomaso. Lideraron su clase hasta las 5 am, cuando el motor reventó.
Ganó el GP de Metz con el Maserati -"pero no había buenos corredores allí"- y corrió con Chiron las 12 horas de Reims. Chiron rompió el motor a 20 minutos del final mientras iban líderes de su clase. Corrió con un Osca el GP de Alemania, pero volcó. "Dios protege a los buenos, así que no me hice daño".
En 1954, Portago rompió mientras lideraba l primera vuelta de la Panamerican Race en un Ferrari 3 litros, y ganó su clase y la general en Nassau. Chafaba algún coche de vez en cuando, y a menudo se salía, pero no fué hasta 1955 en Silverstone cuando resultó herido, al fallar un cambio y salió del accidente resultante con una pierna rota por dos sitios.
El accidente no tuvo efecto en la conducción de Portago. Continuó yendo un poco más deprisa en la pista, y saliéndose de ella menos frecuentemente. En Caracas en 1955, recuperó terreno a Fangio hasta que llegó a 9 segundos y acabó segundo. En 1956 ya era miembro del equipo oficial Ferrari, un tiempo increíblemente corto desde que empezó a correr. Ganó el GP de Portugal en 1956, una carrera loca en la que se batió el récord del circuito 17 veces, la última vez por Portago. Ganó el Tour de France, las Coupes du Salon en París, el GP de Roma, y lideraba por delante de Fangio y Moss en Caracas, cuando se rompió el cable del gas y abandonó.
Tras Caracas, le pregunté a Stirling Moss cómo valoraba a Portago:
"Ciertamente está entre los 10 mejores del mundo hoy", dijo Moss, "y por lo que a mí respecta, es sin duda el hombre a seguir".
En Cuba, justo antes de Sebring este año, Portago lideraba por delante de Fangio con un amplio margen, cuando de nuevo el cable del gas le dejó tirado de nuevo
"No creo que nadie sea campeón mientras Fangio compita -me dijo Portago-. Si el límite absoluto de adherencia de un coche en una curva dda es de 101.5 millas por hora, el viejo pasará cada vuelta a 101. Yo pasaría a 99, o a 102, en cuyo caso habría un incidente.
Moss es también mejor que yo, desde luego. Cuando le adelanto, me pregunto qué es lo que le pasa a su coche. Pero todavía estoy aprendiendo. Creo que voy mejorando con cada carrera. Eso espero, al menos".
"Puede sonar sentimental, pero creo que debido a que los piloto estamos muy cerca de la muerte cada domingo, apreciamos más la vida. Estoy seguro de que yo amo más la vida que el homre corriente. Quiero obtener algo de cada minuto, no quiero tiempo desperdiciado. La gente dice que los pilotos son temerarios a los que no les importa si van a vivir o no, y tú has podido leer historias sobre mí y mi flirteo con la muerte y todo eso. Tonterías, nada más que tonterías. Yo quiero vivir muchos años, quiero llegar a ser un hombre muy viejo. Estoy encantado de la vida. Pero no importa cuánto viva, no tendré tiempo para hacer todas las cosas que quiero. Nunca podré escuchar toda la música que quiero, leer todos los libros que quiero, tener a todas las mujeres que quiero tener, no podré hacer ni un 20% de lo que quiero hacer. Y mi intención es sacar siempre algo de lo que hago. Por ejemplo, yo no correría si no estuviese seguro de que puedo ser campeón de mundo"
"¿Te ves corriendo a la edad de Fangio?"
"Nunca" -dijo- "Ciertamente no. En cualquier caso me retiraré a los 35, y si soy campeón lo haré antes".
"¿Y entonces?"
"Bien, soy muy ambicioso, no correría en coches si no pensara que puedo sacar algo de ello, no sólo el campeonato..."
El teléfono suena junto a mí. Es la llamada de Caracas para Portago, le paso el teléfono. Yo había estado en el hall una hora antes, cuando encargamos la llamada, y sabía que sería algo personal.
"Daré una vuelta -le dije-, llámame luego"
"Por favor -dijo-, no te vayas. Por favor. De todos modos voy a hablar en español".
Resultó que la fiesta en Caracas no se celebraba.
"Perdóname -dijo-, no quise ser grosero. No quise decir que naturalmente tú no hablarías español. Lo siento"
Le dije que de todos modos tenía razón, no hablo español.
"Estábamos hablando de lo que quieres sacar del automovilismo. Tengo la impresión de que es como una preparación para algo"
En efecto -dijo Portago-. No he hablado de esto con mucha gente. Sabes, España no ha tenido un nuevo héroe nacional durante muchos años, muchos. Esto es lo que significa el campeonato del mundo para mí. Cuando deje de correr, iré a España y entraré en política".
Tiempo después, desde Paris, Portago me envió una foto suya con Fangio y el pretendiente al trono de España. En ella había escrito: "Con Fangio y Don Juan, el futuro Rey de España".
Portago se casó en 1949 con Carroll McDaniel, una chica de Carolina del Sur. Tienen dos niños, Andrea, de 6 , y Antonio, de 3. Dos horas después de conocerla, Portago le dijo que tenía la intención de casarse con ella. Portago había descubierto muy pronto en la vida que las mujeres reaccionan a la osadía como a ninguna otra cosa -a la osadía, a la indiferencia, a la arrogancia y a la sensibilidad- y en cierto sentido, las mujeres eran lo más importante de su vida.
"Lo más importante de nuestra existencia es una vida sexual bien equilibrada" -me dijo- "Todo el mundo sabe que es verdad, pero nadie lo admite. Pero si no tienes una vida sexual feliz, no tienes nada".
"Es lo primero que los historiadores suprimen cuando escriben sobre las vidas de los grandes hombres" -dije yo- "Y a veces fué un factor muy importante en sus vidas"
"Desde luego -dijo Portago-. Mira a Nelson. Mira a Napoleón"
"Bueno, mira a George Bernard Shaw" -dije yo- "se casó con la condición de que su mujer nunca le mencionara el sexo".
"Un bicho raro" -dijo Portago- "un escritor muy atípico. Mira a Maupassant. Un prodigio, en muchos aspectos. Desde luego para mí, hacer el amor es lo más importante que hago cada día, y no me importa quién se entera".
Portago no prdió muchas peleas. Oí que una vez desafió a un duelo a otro hombre, pero éste rehusó. Siempre estaba en forma. Pedía un vaso de leche en muchos de los mejores bares. Fumaba constantemente, pero nunca se tragaba el humo. Sus reflejos eran extraordinariamente rápidos, hasta el extremo de que él aparentemente no se daba cuenta. Una vez, hablando acerca de un trompo que hizo con un coche, dijo: "Todo pasó muy lentamente. Había mucho tiempo para pensar".
Recientemente, en Paris, Portago estaba en una acera por la cual pasó un Citroen, demasiado cerca, en opinión de Portago, del pie de la dama que le acompañaba. Lanzó un cigarrillo al conductor tan rápido y certeramente que le dió en la cara. El hombre bajó del coche, y Portago lo tumbó dos veces. Él mismo asumió su defensa en el juicio consecuente.
"Hablamos de varias cosas sin importancia ahora, durante el tiempo que estuvimos en aquella habitación. Había llovido mucho la noche anterior, pero ahora el sol lo estaba secando, y podíamos oir los coches reduciendo para la curva alrededor del hotel, que llevaba al circuito. Pasaron dos Maseratis, los mecánicos que los conducían haciendo aullar los motores.
"Auténticos sport-cars italianos -dije-. Adecuados para correr en verano".
Portago sonrió. "Esta es una carrera fácil, en cierto modo. Sólo hay una curva de verdad rápida. Pero las curvas cerradas, la manera en que castigan los frenos... una carrera que no me gusta es la Mille Miglia. No importa cuánto entrenes, posiblemente nunca conocerás 1000 millas de carreteras italianas tan bien como los italianos. Y como dice Fangio, si tienes dos dedos de frente, en realidad no puedes conducir rápido. Hay cientos de curvas donde el más pequeño error del piloto mataría a 50 personas. No puedes evitar que los espectadores no se agolpen junto a la carretera, no podrías impedirlo ni con el ejército. Es una carrera que espero no correr nunca"
Portago y yo habíamos acordado una cierta duración. Pasada la hora, Portago se levantó y yo paré la grabadora. Nos dimos la mano y nos dijimos adiós. Le ví tres veces más, muy brevemente, antes de que acabase la carrera de Sebring 57. En Abril, me envió una nota desde Paris para decirme que había ganado en Montlehy, venciendo a sports-cars con un gran turismo, y marcando el récord de vuelta. Dijo que iba a correr la Mile Miglia y en Montecarlo.
Hice un borrador de la entrevista y se lo envié a Paris. No estoy seguro de que llegara a leerlo, puesto que cuando volví a saber de él fué desde Módena. Finalmente, el día antes de la carrera, me envió un cable preguntándome si yo podía usar su narración en primera persona de la carrera. Obviamente, tenía la intención de correr la Mille Miglia ahora, aunque anteriormente había escrito a Dorian Leigh, una belleza famosa internacionalmente, con la que había tenido una estrecha relación, una nota premonitoria: "Como sabes, yo no quería correr la Mille Miglia. Entonces Ferrari me dijo que tenía que hacerlo, por lo menos en un coche de Gran Turismo. Más tarde me dijeron que tenía que hacerlo en un 3800 cc sports car. Eso significa que mi "muerte prematura" bien puede acontecer el próximo domingo".
Le dijo a un periodista que su única intención era acabar, que era importante para él volver a Brescia "sano y salvo", una referencia clara a que había alguien esperándole allí. Pero cuando salió a la carretera, empezó a tirar, y era cuarto en el primer control. Cuando un semieje roto eliminó a Collins en Parma, Portago empezó a luchar por la segunda plaza, y estaba forzando para alcanzar a Von Trips -segundo tras Taruffi-, cuando un neumático explotó a 150 mph en la recta de Guidizzolo. Y el Ferrari 3.8, un modelo que detestaba, despegó sus ruedas del suelo, y le dejó desamparado. El coche le mató, por poco destruyó su cuerpo. También mató a Edmund Nelson.
Muchos hombres mueren lamentando los errores que han cometido en las múltiples elecciones que nos plantea la vida, y Portago supo, en la fracción de tiempo en la que pudo pensar acerca de ello, que el error estaba matándole.
Motor racing, como cualquier otro desafío, reserva la última recompensa para aquellos que son talentosos, tienen suerte y están totalmente dedicados. Portago tenía un enorme talento, más suerte que muchos, pero no tenía, en la mayor medida, la habilidad vital de concentrarse obsesivamente en un solo objetivo. El decía que había que tenr la capacidad de concentrarse totalmente, pero no podía hacerlo tan rígidamente como, digamos, Stirling Moss o Phil Walters.
Él no quería correr la Mille Miglia. Un hombre más sabio no hubiese participado, aunque hubiese tenido que simular una enfermedad de conveniencia. No había hecho ni siquiera un entrenamiento completo del circuito, pero intentó superar a hombres que no podían recordar cuantas docenas de veces habían corrido allí. Quizá lo más triste de todo, hizo caso omiso a los mecánicos de Ferrari cuando le aconsejaron poner nuevos neumáticos para el tramo hasta Brescia.
"Si muero mañana -me había dicho en Sebring- habré vivido 28 años maravillosos".
Interesante ¿no?,cuanto mas leo sobre esta epoca, mas me gusta
Saludos...Borsari